Onettianos

Leonardo Valencia. Copyright foto: María José Furió

Buscaba qué había escrito Fuguet antes de Missing mientras preparaba el artículo que quiero dedicar a esta novela y recordé que tenía en casa la recopilación de McOndo. Había leído sin mucho entusiasmo algunos relatos, pero me ha gustado comprobar que son mejores que los nuevos novelistas cibernéticos y que los años transcurridos en algunos casos han servido para afirmar trayectorias. Me llamó la atención el cuento de Leonardo Valencia, en un estilo muy onettiano. Ritmos pausados, un lenguaje que no se deja violar por la actualidad ni por la condescendencia a la moda. De hecho, el cuento Pulsión relata el influjo de un personaje carismático sobre sus «discípulos» en una agencia de publicidad. La paradoja es interesante. La atmósfera que Leonardo Valencia construye con el ritmo de sus frases es casi una divisa de trabajo.

En los últimos días me puse a leer a la también chilena Diamela Eltit. Había leído entrevistas sobre su obra y sentía curiosidad. Periférica se ha atrevido a publicarla en España y así me llegó Jamás el fuego nunca. Admito que me está costando terminarla y que el libro me decepciona bastante  –probablemente lo malo de que los nuevos críticos (under 40 años) estén copando páginas en los diarios digitales, los departamentos de universidad  y espacios de mayor visibilidad propicia la venta de novedades y vanguardismos que no lo son ya. La cosa es que en el segundo capítulo de Jamás el fuego… descubrí un eco del Onetti, el Onetti más cruel, el de La vida breve. Pero Eltit no sostiene su novela en el mismo registro de violencia de las parejas que el novelista uruguayo, sino en una violencia distinta que me aparta de la novela. Aunque habrá que terminar la lectura para zanjar la opinión, me cuesta creer que de la mitad en adelante vaya a salir de su trampa.