«En una cultura cuyo ya clásico dilema es la hipertrofia del intelecto a expensas de la energía y la capacidad sensorial, la interpretación es la venganza que se toma el intelecto sobre el arte». (Susan Sontag en Contra la interpretación, Seix Barral.)
Algunas noches atruenan los gritos, lamentos y risas que desde sus tumbas lanzan Paul de Man, Derrida, Deleuze, Barthes… porque el aire está tenso de críticas, discursos, contradiscursos malversadores, porque sus ideas son la sopa boba de las nuevas generaciones de estudiantes de Humanidades y Literatura Comparada de la decrépita universidad europea, porque los niños y niñas se visten con sus obras como los habitantes sin futuro de un planeta disuelto por un apocalipsis nuclear con prendas mezcladas de todas las épocas.
Las estrellas fugaces lloraban sobra las ciudades las lágrimas de De Man, que penaba: «No escribí para ser un fetiche de la fábrica de Warhol. Si tuve alguna tentación de permanencia, mi ilusión no era pasar de boca en boca, ni como pelota en manos de arlequines.»
Las calles por la noche están llenas de hombres jóvenes con pelucas: pelucas coco-chanel, desorbitadas pelucas afro o altas como bearskin de granaderos. Salen con los amigos a la fiesta y lucen esas crines artificiales juntando en su risa burlona, en su mirada procaz, el alma doble de Capurecita y el Lobo encerrada en el cuerpo del Cazador.
Una lectura muy acertada. Me encanta lo de vestir a autores como si fueran prendas. Es cierto!
«Estudiantes que se visten con las obras de sus autores favoritos».
MOLA!
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¿Y usted, qué peluca lleva? ¿Por qué pena por los otros y no por usted?
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Sííí, Bel. Aunque a mí me tiene intrigada la moda de salir con peluca de noche 😉
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Lo de la peluca, Biel, es puro reportaje tomado de la realidad. Salí la noche pasada y vi tipos con pelucas como fantasmas de Alan Bates.
ya espero que pene usted por mí, que parece que se acerca aquí a eso 😉
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